martes, 15 de febrero de 2011

Adela Cortina: "Ética cívica transnacional"

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Adela Cortina, Doctora Honoris Causa de la Universitat Jaume I y Miembro de la Real Académica de Ciencias Morales y Políticas impartió hace ya dos años (29/04/2009) la conferencia “Ética cívica transnacional” en el Edificio Hucha de Castellón. Dentro del Ciclo de Conferencias “La Democracia hoy: el papel crítico de la Sociedad Civil” organizado desde el Departamento de Filosofía y Sociología de la Universitat Jaume I.
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En el marco de este ciclo de conferencias sobre la democracia insistió en la imperiosa necesidad de desarrollar en las instituciones y de encarnar desde la ciudadanía una ética cívica transnacional en los diferentes ámbitos de la vida pública y política. Entendiendo que una ética de este estilo, en el contexto de sociedades moralmente pluralistas como la nuestra, “es aquella en la que se articulan las distintas éticas de máximos que en esa sociedad se ofertan, algunas de las cuales son religiosas y otras seculares, desde una ética de mínimos de justicia por debajo de los cuales es imposible caer sin incurrir en humanidad”.
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Pero además abundó en la importancia que tiene hoy en día que el desarrollo de esa ética cívica se produzca desde el “corazón”. Siguiendo la línea de uno de sus últimos libros publicados sobre esta temática “Ética de la razón cordial” [Ediciones Nobel], subrayó que la ética de hoy no puede basarse solo en la razón sino que debe atender también a otras dimensiones humanas, como el sentimiento, los valores, los intereses y la compasión. Apoyándose en Pascal afirmó que “hay razones del corazón que la razón no entiende”. Por lo que, hay que conocer la verdad, pero también la justicia, y solo una razón cordial, que atiende al corazón, puede descubrir lo justo. Llegando a afirmar con rotundidad que “el que no se indigna y siente dolor ante el dolor ajeno no puede tener sentido de la justicia”, de ahí la importancia de una educación en la ciudadanía partiendo de estos presupuestos.
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La vitalidad ética de la democracia por tanto pasa para esta Catedrática de Filosofía Moral de la Universitat de València y Directora de la Fundación ÉTNOR por conseguir no sólo que los ciudadanos y sus instituciones (políticas, educativas, sanitarias, económicas, entre otras) se sepan protagonistas de su tiempo sino sobre todo que quieran serlo con criterios de justicia y de compasión. Donde las personas “se saben y se sienten interlocutores válidos, como seres dignos de respeto y compasión” y respetan a los otros en la misma medida.

lunes, 7 de febrero de 2011

Feuerbach: "Wider den Dualismus" (III)

Última parte de la traducción de los fragmentos más destacados de la obra de Feuerbach, "Wider den Dualismus von Leib und Seele, Fleisch und Geist".


El alma no piensa ni siente – pues el alma es sólo la función o fenómeno del pensamiento, de la sensación y de la voluntad personificada e hipostasiada, convertida en una esencia.
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La ciencia, al menos la analítica, está directamente, por tanto, en contraposición con la vida; ella  [la ciencia] va de lo exterior a lo interior, pero la vida va de lo interior a lo exterior; ella [la ciencia] busca la vida en las profundidades, y la vida se encuentra únicamente en las mesetas; ella [la ciencia] busca la esencia [o el ser = Wesen] más allá de los sentidos, mientras que ésta [la esencia] se encuentra, existe, ya también en los sentidos mismos.
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Lo que una esencia [o ser = Wesen] desvela a sus sentidos en su forma, movimiento y modo de vida, sólo eso es su alma y su esencia. La individualidad -el espíritu de un hombre- se muestra como tal no sólo en su marcha visible, sino también en la audible. Conocemos una persona por sus meros pasos aún antes verla. Y el hombre comunica voluntariamente a los demás hombres sus más internos pensamientos, sentimientos y deseos por medio del órgano del habla [...] La sensualidad es la ultima ratio, la summa summarum; el conocimiento de los sentidos es el conocimiento de las últimas cosas en las que todos los secretos son desvelados.
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La muerte misma no es más que la última manifestación [=exteriorización] de la vida, la vida consumada.
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La respiración no es sólo requisito de la vida, es también un acto vital positivo, esencial, lleno de deleite [...] Vivir, sentir, significa exteriorizar la vida, las sensaciones. Y cuanto más enérgica es tu sensación, tanto más necesaria es la exteriorización; cuanto más cierta, intensa, esencial es tu sensación y disfrute, tan más se expresa ella también exteriormente de forma sensible. Efectivamente, lo que no eres sensiblemente, no lo eres en absoluto. Uno puede esconder, contener, pensamientos, intenciones, convicciones y afectos particulares, pero no su esencia. Tu esencia radica, a pesar de tu saber y voluntad, en los sentidos.
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La sensualidad [Sinnlichkeit] es la realidad. Los frutos de la vida crecen y se originan en el interior, pero sólo maduran cando afectan a los sentidos. La esencia [o ser = Wesen] que no es objeto de los sentidos, es como el niño en el seno materno; sólo la esencia visible, sensible, es la esencia completa. La sensualidad es la perfección. Por tanto, si vas más allá del punto de vista de la sensualidad, de la intuición vital, entonces haces de una esencia perfecta una imperfecta; la mutilas y fragmentas, la descompones en sus elementos, en sus componentes.
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La escisión del hombre en cuerpo y alma, en una esencia sensible y una no sensible, es únicamente una [separación] teórica; en la praxis, en la vida, negamos dicha escisión.
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El cuerpo constituye la existencia del hombre; hacer abstracción del cuerpo significa eliminar la existencia; quien ya no es sensible, ya no es más. ¿Puedes, ahora bien, separar la esencia [Wesen] de la existencia? Ciertamente en el pensamiento, pero no en la realidad. La supresión de mi existencia es la supresión de mí mismo [...] El dolor, la sensación por excelencia, no es más que la muy comprensible ruidosa protesta en contra de la diferenciación y escisión de cuerpo y alma, existencia y esencia, que hace el pensamiento abstracto.
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¿En qué se diferencia, entonces, el hombre de los animales? ¿En que él tiene algo que el animal no tiene? ¡No! Simplemente en que él, en tanto que hombre, tiene y es lo mismo que el animal, en tanto que animal, tiene y es. La sensación del animal es una [sensación] animal; la del hombre, humana. [...] El hombre se diferencia de los animales únicamente en que él es el superlativo viviente del sensualismo [Sinnlichkeit], la esencia absolutamente sensible y sintiente del mundo. Él tiene en común con los animales, pero sólo en él la sensación de los sentidos se convierte, desde una esencia relativa supeditada a los bajos y elementales fines vitales, en una esencia absoluta, que disfruta de sí y es fin en sí misma.
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La esencia del hombre, la sensualidad, no es una [esencia] fantástica, un abstracto, el “espíritu”; así, todas las filosofías, religiones e instituciones que contradicen a este principio están no sólo equivocadas sino que también son funestas en sus fundamentos. Si queréis mejorar a los hombres, entonces hacedlos felices; pero si queréis hacerlos felices, entonces id al origen de todas felicidad, de toda alegría –a los sentidos.
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El hombre debe su existencia sólo a la sensualidad. La razón, el espíritu, hace libros pero no hombre alguno.
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Donde existe la multiplicidad, allí existe –decían ya los aristotélicos- la materia – la base abstracta o, más bien, representación de la sensualidad.
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Pero como el hombre no debe aún hoy su existencia a la razón, sino a la sensualidad, así no debe tampoco su génesis originaria a Dios alguno, es decir, a ninguna esencia abstracta, a ninguna esencia espiritual o racional, sino únicamente a la naturaleza sensible.
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El hombre no puede ni debe negar los sentidos; no obstante, los niega en contradicción con su naturaleza, por lo que debe volver a aceptarla, pero él no puede aceptarla más que de un modo negativo, fantástico, alocado, que se contradice a sí mismo. La esencia infinita a la que el hombre sacrifica sus sentidos en la religión, no es más que la esencia del mundo en tanto que no-mundano, la esencia de la sensualidad en tanto que esencia no-sensible, como objeto de la fantasía o también del entendimiento. Dios es la esencia o conceptualización de todo lo bueno, de todas las esencialidades, esto es, de todas las realidades sensibles.
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¿Qué es el “espíritu”? ¿Cómo se comporta en relación a los sentidos? Como el género en relación a las especies [tipos, modos] en que se manifiesta. El sentido es universal e infinito, pero únicamente en su ámbito, en su especie; el espíritu, al contrario, no está limitado a ningún ámbito determinado, completamente universal; es el nexo, la unidad de los sentidos, la conceptualización [esencia] de todas las realidades, mientras que los sentidos son sólo esencias de realidades determinadas, exclusivas. El espíritu es, por tanto, no-sensible, suprasensible, en la medida en que va más allá de la particularidad y limitación de los sentidos; fusiona su espíritu provincial en el espíritu universal; pero, a su vez, es también la esencia de la sensualidad en la medida en que no existe nada más que la unidad universal de los sentidos.
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La evocación [fuerza de la imaginación] es el medio más seguro para el imperio de la vida en el imperio sombrío del espíritu. En la evocación la esencia sensible se convierte en esencia pensada, lo corpóreamente ausente se hace presente; la imagen del objeto sustituye o suple para mí al objeto mismo. Lo que ya he visto, no necesito volverlo a ver; una vez es suficiente. La evocación, el recuerdo, es, por tanto, el primer medio, espacio y tiempo, de ahorrar, es decir, de ganar, el primer medio por el cual el hombre explota al mundo en su beneficio y se sitúa en el lugar de todas las cosas.
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La razón es una deducción, pero tanto las premisas como las conclusiones de esta deducción son esencias sensibles; el objeto de la razón es sólo mediar, hacer de cópula entre esencias, pero no la de engendrar esencias.
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ENDE