martes, 19 de mayo de 2009

Teoría Feminista (IV): "Sistema sexo/género"

Tras distinguir entre feminismo y teoría feminista, periodizar las etapas en su desarrollo siguiendo a Celia Amorós, y ver el concepto de Patriarcado moderno desde la perspectiva de Carol Pateman, el post de hoy se centrará en una de las concepciones más relevantes de la teoría feminista: el sistema sexo/género.

El concepto filosófico de género (del inglés gender) fue acuñado como tal en los años `70, es decir, durante lo que hemos denominado como "tercera ola" del feminismo. Hace referencia al constructo social que se realiza sobre la base biológica del sexo, de forma tal que hemos de distinguir entre los términos hombre/mujer (género social), y los de varón/fémina (sexo biológico). Y aunque el castellano, y otras lenguas latinas ya permitían esta distinción mediante los términos de "diferencia sexual" y "diferencia de sexos", el concepto de género ha acabado por resultarnos incluso más común que la terminología original de nuestros idiomas.
En cualquier caso, hemos de preguntarnos en qué radica la potencialidad y la buena acogida del concepto de género y del sistema sexo/género elaborado a partir de éste. En un principio, tal concepto se manifiesta como un muy útil instrumento para la crítica, subversión y deconstrucción de la racionalidad patriarcal, en la medida en que permite poner de relieve lo contingente de un determinado concepto (el patriarcal) de “lo femenino”, y de la Mujer naturalizada a la que se le asignan unos roles que, en realidad, no responden más que a una construcción social. Por tanto, la herramienta teórica del sistema sexo/género posibilitaba, en cierta medida, mostrar cómo la subordinación y opresión de las mujeres se debe a tal construcción social y no natural ni biológica.

Sin embargo, como herramienta para la deconstrucción del patriarcado el sistema sexo/género pronto mostraría sus limitaciones, si bien fue capaz de facilitar el acceso de las mujeres al derecho al voto y otros reconocimientos civiles. De hecho, el recurso constante a una construcción social levantada sobre el esquema de la distinción biológica de sexos varón/fémina acaba por naturalizar y esencializar, una vez más, lo que es ser mujer, pues no se entiende por qué el género construido femenino, en toda cultura, resulta siempre sometido y desigual. Se nos presenta, por tanto, el siguiente problema: si el sexo es sólo biológico, entonces se tiene que explicar por qué el género femenino en toda época y lugar es y ha sido dominado; y si no es sólo biológico, sino que supone también una jerarquía de valores, entonces depende a su vez de la construcción del género, con lo que éste vuelve a esencializarse y naturalizarse, problematizándose la subversión del patriarcado.
En este sentido, Linda Nicholson se muestra crítica con aquellos planteamientos basados en el sistema sexo/género –en tanto que reconocen la independencia entre ambos- y que a su vez consideran que la identidad sexual es una construcción social que, al mismo tiempo, constituye un hecho común a todas las culturas. Pues con ello resulta imposible no retornar a la naturalización de los géneros de la que se nutre el patriarcado. Es lo que la autora denomina como fundacionalismo biológico. Y cito:

"En el caso de la distinción masculino/femenino, consiste en pensar que las distinciones elementales de la Naturaleza se manifiestan en la identidad sexual, un conjunto de criterios comunes a las diversas culturas para distinguir al hombre de la mujer. El fundacionalismo biológico y la concepción de la identidad sexual como perchero constituyen un obstáculo para la auténtica comprensión de las diferencias entre las mujeres, entre los hombres y entre quienes se consideran una cosa u otra". [1]

Obviamente, la explicación de este recurso al denominado “fundacionalismo biológico” (que se diferencia claramente del determinismo biológico en la medida en que reconoce el papel de la construcción social) radica en la necesidad de explicar por qué el patriarcado se ha constituido –y constituye- como un sistema de dominación universal. Para Nicholson el problema radica en que con esta concepción se vuelve a esencializar la condición de “mujer” y “hombre” aduciendo explicaciones, en último término, biológicas. Y tanto el feminismo de la igualdad como el de la diferencia se encuentran abiertos a la crítica que Nicholson dirige contra los límites del sistema sexo/género.

El feminismo de la igualdad, en la medida en que considera el sistema sexo/género como herramienta fundamental para poner de manifiesto lo contingente de la construcción social del género, es incapaz de dar razones de las causas del universalismo del patriarcado. Y el feminismo de la diferencia, aunque pueda resultar atractivo por la crítica que realiza a la tendencia social a quitarle importancia al género y por la defensa que hace de las semejanzas de las mujeres y sus diferencias con los hombres, olvida sin embargo las muchas divergencias que existen entre las propias mujeres dado lo diverso de sus realidades sociales, culturales, étnicas, religiosas, etc. Inevitablemente, el feminismo de la diferencia acaba apelando, así, a una “naturaleza" de las mujeres que genera semejanzas en la clasificación de los seres humanos en distintas culturas y en el comportamiento de los demás con los así clasificados; es decir, acaba reflejando los principios del fundacionalismo biológico.

A pesar de todo, Nicholson es consciente de que si perdemos la categoría “mujer” se problematiza enormemente la posibilidad de desarrollar políticas de empoderamiento para la subversión del patriarcado. Pues para conseguirlo, resulta necesario poder definir un marco y un núcleo común que incluya al conjunto de las mujeres, pero, eso sí, siempre desde un punto de vista inclusivo que considere las diferencias múltiples que se dan dentro de esa categoría amplia de “mujer”. Por tanto, más que de fundar las políticas de empoderamiento desde un concepto de mujer como tal, fundado biológicamente, se trataría de abrir y adecuar tal concepto a las realidades diversas de cada uno de los contextos concretos.
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[1] Nicholson, Linda: “La interpretación del concepto de género”, en S. Tubert (ed.), Del sexo al género, Cátedra, Universitat de València, 2003, p. 51.

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